miércoles, 15 de abril de 2015

Día 45

Y resurgiré de mis cenizas. Y me llevaré el sabor a tierra y a mar. El cielo se abrirá para mí y podré ver su color azul que apacigua mi alma. Un cálido sol cegará mis ojos y calentará mi ya curtida piel. Esperaré con paciencia mi sonrisa infantil, la que oculto bajo la falta de luz. Y volverán los días dichosos. Esos felices que parecen haber desaparecido. Mis dedos sentirán el contacto de otra piel que me vuelva a estremecer. Mis ojos brillarán de nuevo, si. La tristeza la aparcaré en algún rincón de mi ser. Y lloraré, lloraré por todo lo que perdí y por todo lo que vendrá hasta que las lágrimas se sequen. Limpiaré mi alma y renaceré. Y fijaré mis pies en el suelo sin olvidarme de volar. Porque  la vida, nuestra corta y transcendental vida es eso. Mantener un equilibrio entre la realidad y la ficción, entre las amarguras y las alegrías, entre la tristeza y la felicidad. La balanza se desequilibra con facilidad,  y tenemos que estar preparados para lo peor y lo mejor. Nadie nos da un manual de la vida, no hay escuelas, afrontamos el día a día como podemos, como creemos. La vida es un proyecto y como todo proyecto tiene su fin. A veces sale bien, otras no, a veces se queda a medias.. ¿A veces? ¿O siempre? 

Y resurgiré de mis cenizas. Y mi cabello bailará con el viento. Y mis oídos escucharán el suave susurro de la luna. Y mis caderas se acostarán en la arena para formar una silueta y ser parte de ella. Y mi cuerpo se llenará de restos de sal de un mar ajeno a mi vida, a mis sentimientos, a mis problemas, a mi felicidad. De un mar que no tiene consciencia del dolor o del amor. Y mis pies descalzos tocarán las raíces de algún viejo árbol. Y por fin, podré sentir la vida en sí....


Y sé que me liberaré
de las ataduras que me retienen
y las cadenas en torno a mí
caerán, finalmente,
y ese día grande y fatal
te llevaré en mi mano,
montaré en un tren,
seré el pescador.
Con luz en mi cabeza,
tú en mis brazos...

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