sábado, 25 de septiembre de 2010

Día 14

El atardecer llenaba la sala de un suave y delicado color anaranjado. El frío del exterior no la alcanzaba y la calidez de aquella tarde vistiendo su salón, le hizo sentirse tremendamente relajada. Un montón de fotografías amontonadas y desordenadas encima de la mesa terminaban de formar el cuadro de tarde domingo de visita al baúl de los recuerdos. Todos, se encontraban allí formando un mural sin orden especifico, viajando del pasado a la actualidad aleatoriamente. Algunas fotos las tenía memorizadas, tanto, que incluso podía rememorar los momentos sin ningún esfuerzo. otras apenas las recordaba. Toda su vida se reducía a diminutos papeles o eso le pareció en ese momento. ¿Eso era todo lo que iba a dejar de su existencia? ¿La recordarían todas las personas con las que había compartido esos momentos? De todas las fotografías escogió una y la observó detenidamente, debía de tener unos nueve años pensó...Qué felicidad derrochaba! Su sonrisa de oreja a oreja era tan sincera! Recordaba perfectamente ese día, uno de tantos viajes familiares pero que sin saber por qué se graban en tu memoria deliciosamente. Fueron a una playa cercana, con la mirada hacia el pasado se vio jugando en la arena sin más preocupación que tener que ir al colegio a la mañana siguiente, recordó el sabor que tanto le molestaba a sal y hasta le pareció percibir el aroma a mar.
Siempre le había encantado esa fotografía, con el pelo alborotado por la brisa, las manos llenas de arena y esa felicidad tan transparente que solo una niña puede tener. Cuanto hubiera dado en ese momento por sentir de nuevo aquellas emociones, cuanto hubiera dado por sentir la protección incondicional de sus padres, esa seguridad que por mucho que le intentaban seguir dando, era incapaz de percibir. Necesitaba encontrar a esa niña de nuevo, necesitaba volver a casa...

"..Appaloosa, take me home,where I can dream my days away...

jueves, 23 de septiembre de 2010

Día 13

Esta vez la visita era más calmada, pero no por ello dejaba de ser menos dolorosa. Su corazón apaciguado por la edad o quizás por las numerosas cicatrices parecía soportar aparentemente con más valor la inconfundible hecatombe a la que ya estaba acostumbrada después de cada ruptura. El amor, se le resistía. Pensó que tal vez cupido últimamente no acertaba con sus flechas. Unas veces era ella la que no podía sentir el amor que le procesaban, otras, como la última vez era al revés. El destino barajaba continuamente sus cartas para perder, de una forma u otra, por un motivo u otro, nunca ganaba.

Necesitaba aferrarse a algo, era una forma de evadirse de una realidad que no le gustaba, normalmente se volcaba en su trabajo inconscientemente. Pero esta vez no encontraba satisfacción en él, por lo que intentó otras fórmulas de poder ocupar sus pensamientos y que el hecatombe pasara lo más sutilmente posible. Miró hacia atrás, recordando todo lo que siempre quiso hacer y nunca intentó, y se dio cuenta de algo primordial...Su tiempo había pasado, no encontraba nada acorde con su edad, todas aquellas ilusiones ya no las podía ver realizables ni posibles. Matar tus propias quimeras no resultaba nada agradable ¿Era un periodo de cruda realidad? ¿De bajar de su mundo de ensueño y vivir su verdad? Mal momento para tanta sinceridad consigo misma...Envejecer suponía una tarea dura, asumir que la edad importa, era algo difícil de sobrellevar. Sus ilusiones casi eran las mismas que aquella dulce y tierna niña de trece años que veía con gran entusiasmo lo larga que iba a ser su vida y la cantidad de fantasías que podría llevar a cabo. Ahora sabía que de todas ellas, con suerte, aún sería afortunada si consiguiera uno de todos aquellos sueños.

De repente sintió una urgencia inusual en salir de aquellas cuatro paredes que formaban parte de ella. Se estaba ahogando, se vistió rápidamente con lo primero que encontró y salió al mundo exterior. Hacía una noche hermosa, la luna llena iluminaba las calles. Comenzó a sentirse viva nada más girar la esquina. El aire frío enrojecía su nariz y sus mejillas se sonrojaban por la gélida temperatura la cual, no parecía importarle. Deambulaba sin rumbo, no tenía ninguna meta, no tenía ningún trayecto trazado, solo andaba sin saber hacia donde. Por el camino, los escasos transeúntes con los que se cruzaba andaban apresuradamente intentando que la humedad no se metiera en sus huesos. No le importaba no tener donde ir, no le importaba pasear sola. Llegó a una plaza llena de locales aún abiertos, se sentó durante un rato en un banco cobijado por un enorme árbol. Enfrente justo, tras el ventanal de uno de los locales, observaba como todas aquellas personas hablaban, gesticulaban o sonreían. Se sintió enormemente sola y tuvo una sensación contradictoria de enorme felicidad y de inmenso dolor...


"Blame it on a simple twist of fate..."


viernes, 17 de septiembre de 2010

Día 12

Últimamente siempre tenía la sensación de estar tropezando constantemente, en cada decisión atropellada que inequívocamente convergían en un desencadenante, la mayoría de veces desastroso y nefasto resultado. La cuestión era ¿Porqué no le salía nada a derechas? Siempre había basado sus decisiones bajo la tutela de la intuición ¿Quizás ésta le estaba fallando y de ahí los últimos resultados? o ¿Simplemente el destino se estaba cebando con ella por envidia de su hasta ahora felicidad y sosiego? Prefería pensar que era el destino el causante de todos sus males y el único y cruel responsable. Por supuesto, así era mucho más fácil de sobrellevar que echándose todo el percal sobre uno mismo. ¿Un error no admitir sus errores? Seguramente... pero se sentía incapaz de seguir luchando contra ella misma y además corregir ese defecto, todo tiene su momento, y éste, era el momento perfecto para dejar que el destino tuviera la culpa de sus numerosos problemas o más bien de su desastrosa y desorganizada vida sentimental en la que se encontraba. Con algo más de fuerza, cuando estuviese algo más recuperada, entonces. En ese momento será consciente de que todos sus problemas y equivocaciones son únicamente malas decisiones tomadas bajo los efectos traumáticos de las post-rupturas sentimentales. Desencadenamientos inevitables, necesidades afectivas y derivados que surgían después de cada ruptura amorosa, y claramente, la intuición en esos momentos no suele ser ni muy consciente ni muy escéptica...

Después de los primeros momentos, días, o quizás en algún caso semanas, de una seguridad extrema por su decisiva soltería y una felicidad momentánea de: "Qué bien!! he conseguido ser una mujer independiente!! ya no soy vulnerable!! inexplicablemente, el hecatombe la visitaba de nuevo como un inquilino enormemente molesto y antipático que no puedes quitarte de encima. En el fondo, no le extrañaba en absoluto, se conocía perfectamente y le esperaba un día u otro. Cierto, que solía engañarse un poco y cuando parecía que se retrasaba, se dedicaba un hurra pensando en que al fin estaba superado. Pero tampoco se desengañaba mucho cuando aparecía, formaba parte de su vida, un hecatombe asumido podía ser en cierta manera una esclavitud personal peligrosamente adictiva.

La consecuencia de todo esto; dudas y preguntas constantes martilleando su cerebro, machacando sin piedad todo su tiempo sin dejar ningún hueco para cualquier otra cosa. Horas, horas y más horas viajando por la estratosfera de sus pensamientos, incapaz de bajar al mundo real, intentando descifrar enigmas que ella misma se había impuesto, como si de un castigo se tratase, casi siempre, irresolubles.

El viento soplaba fuertemente y las puertas de las ventanas comenzaron a moverse de un lado a otro pegando golpetazos estridentes. Se levantó instintivamente para cerrarlas. Al acercarse a la última, asomó su cabeza inspirando profundamente todo el aire que podía para llenar sus pulmones. Se quedó durante unos minutos con los ojos cerrados y sus manos en las manivelas mientras dejaba que el viento enfurecido le golpeara la cara intentando deshacer sus abundantes rizos. Ya estaba aquí...

"Devil´s Waiting....."