sábado, 24 de julio de 2010

Día 8

Miraba su copa vacía, como esperando encontrar una respuesta, algo que le diera una señal, si el destino se podia ver en unas hojas de té, ¿Porqué no en el fondo de una copa? la movía de vez en cuando para oír el sonido de los cubitos de hielo a medio deshacer contra el cristal, intentando descifrar algún indicio de algo divino, una gota fuera de sitio, un sonido diferente, ahora solo le faltaba saber su significado. ¿Se estaba volviendo loca? Se reía de si misma pensándolo. En algo tenía que entretenerse...se justificaba. Alzó la vista a su alrededor. Lo cierto es que el local era sumamente agradable tal como le habían comentado, muy acogedor y con buen ambiente. Le encantaban los sitios a media luz y más si cada rincón estaba pensado y estudiado para disfrutar en cada zona de un entorno acorde a cada momento. La música en consonancia con el local, resultaba totalmente perfecto! y porqué no se sentía agusto allí? porqué le resultaba estar completamente desvinculada de allí? como si ella fuera un pegote en aquel local, como si esas personas que tenía alrededor no tuviesen nada en común con ella, se sentía como una completa extraña, era una sensación solamente suya? o los demás lo estarían notando? lo cierto es que le importaba un carajo lo que pensaran! estar rodeada de gente y sentirse completamente aislada y ajena a lo que conversaban no le era algo inusual. Su estado de ánimo era tan transparente que a veces se obligaba asi misma a introducirse en la charla para que no le tuviesen que preguntar constantemente, ¿Estás bien? una pregunta que odiaba y le crispaba aunque intentara disimularlo. La verdad es que conociendose como se conocía debía de haberse quedado en casa, pero pensó que era mejor intentar esforzarse en tener una vida social como los demás seres humanos, ultimamente parecía una huraña, todos sus amigos le recriminaban ese aislamiento según ellos sin causa justificada. Pese a que no le interesaba nada el tema que debatían, conseguía dejar caer alguna escueta frase para despistar. Lo cierto es que seguramente en otras circunstancias, hubiera estado totalmente involucrada, pero aquella noche, no se sentía capaz de mantener la atención total y mucho menos dar su opinión al respecto. Después de aquel pequeño inciso, volvía a su mundo. En su mente, miles de preguntas sin respuestas, miles de situaciones sin resolver, miles de proyectos sin llevar a cabo. Le fascinaba zambullirse en su mente sin salvavidas, siempre había sido un reto para ella, hurgar conscientemente todo el dolor de las profundidades y dejarlo flotar a la deriva, normalmente no llegaba a ningún puerto, todo se quedaba flotando sin más, pero eso no le importaba...

"¿No pasa lenta la noche? El sonar de los extraños no le remite nada a mi mente..."

martes, 20 de julio de 2010

Día 7

Tras la ventana, la lluvía no cesaba. Todo estaba en silencio en aquel salón.Nningún ruido, ningún sonido que podiera romper aquel clima de paz tan inusual. Era perfecto, a ella, le pareció un regalo. Estaba a oscuras y se acercó apoyando su mano en la ventana para ver aquel paisaje otoñal. Podía sentir como la humedad traspasaba aquel cristal enmarcado. Se acercó un poco más y suspiro. Un dibujo abstracto apareció al momento sobre la superficie. "Curiosa forma" pensó "Los ultimos restrigios de un austero y gris invierno, pronto volveré a ver el sol todos los días" se dijo para si misma. No le gustaba nada el frío, pero esta vez además, se había convertido en su enemigo, un enemigo muy difícil de soportar y de vencer. Se inclinó levemente para cojer su paquete de cigarrillos que tenía encima de la mesa y se encendió un pitillo. El humo rebotaba sobre cristal cada vez que exhalaba de sus pulmones aquella mortifera sustancia. Miraba fijamente la tenue luz de las farolas. ¿Cuando habían cambiado esas luces? ¿Por qué eran ahora de color ambar? Mientras se cuestionaba vehemente aquello, desvió su mirada sobre el asfalto y los pequeños ríos a orillas de las aceras y como acababan siendo engullidos por aquellos agujeros de conductos subterraneos que atravesaban la ciudad. No había nadie caminando, sólo pasaba esporádicamente algún vehículo que iluminaba el asfalto cortando la inmensa e incesante cortina de gotas de agua que caían al mismo compas. Imaginó el sonido de aquellas ruedas chapoteando el suelo, imaginó el sonido de las hojas de los árboles, el tintíneo constante y asiduo con algúno más sonoro y grueso que se escapaba del ritmo marcado. ¿Una copa de vino antes de dormir? ¿Porqué no...? Pensó. Abrió una botella. Era uno de sus mejores vinos. El color cereza y su aroma predecia ya una solemne degustación. Se recreó durante un rato saboreandolo con cada sorbo, disfrutando el momento. Debería poder tragarme el dolor así de fácil...debería engullir los problemas como una alcantarilla...debería cortar con el pasado, debería bailar al compás como la lluvía... debería sonreir...debería vivir...!!
La noche se alargó durante unas horas más de lo normal, hasta que sus ojos no podieron más. El invierno había sido crudo y cruel con ella. El otoño parecía indiferente de momento. En primavera quizás...



"Vamos atrévete...Lo llevas en tí. Tienes que sacar esa mierda de tus zapatos"

domingo, 18 de julio de 2010

Día 6

6:30 de la mañana, el estruendo sonido de la cerradura le hizo consciente de la hora en la que se encontraba. Si el día había sido intenso de actividad social, la noche no tenía nada que envidiarle. La intensa luz de la entrada maltrataba sus ojos cansados y enrojecidos por la agitada velada nocturna, inmersa en tabaco y alcohol. Al entrar en su habitación su mirada se dirigió inevitablemente sobre su enorme cama vacía y quiso desechar inmediatamente los primeros pensamientos que le vinieron a su mente. Dejó caer su vestido al suelo deslizandolo por su insinuante cuerpo, mientras, soltaba unos cuantos ganchos de su pelo que hicieron caer como una cascada su cabello sobre su espalda. Le gustaba sentir esa sensación, esa caricia tan dulce la transportaba siempre a la niñez, algo que adoraba porque había tenido una infancia enormemente feliz. Volvió a mirar su cama, vacía, desierta, solitaria, y su mente empezó a divagar de nuevo. La noche había sido larga, con cuantos había hablado? cuantos hombres hubieran querido estar allí ahora con ella esa noche? a cuantos hombres había negado la posibilidad? estaba equivocada al no querer solo una noche más? estaba equivocada al no darles a ninguno de ellos la oportunidad de una noche en aquella habitación? estaba equivocada al esperar algo especial? Era aquello todo lo que iba a tener? noches solitarias o noches sin ninguna pretension más que un momento fugaz de mero sexo? y si hubiese apostado por alguno de ellos? quizás por lo menos no se hubiera encontrado tan sola, pero el solo hecho de despertarse con un completo desconocido la abrumaba, quizás no estaba hecha para vivir en el mundo actual de mujeres fuertes e independientes. Ser fuerte e independiente significaba estar sola y ser incapaz de amar? se sentó al borde de la cama observando su rostro en el espejo, se dedicó una suave sonrisa y las lagrimas brotaron de sus ojos cayendo por sus mejillas, no eran lagrimas de tristeza, eran lagrimas de felicidad, felicidad por ser como ella queria ser, frente a un mundo ajeno a ella y que no entendía.

"Deja que todo se caiga esta noche, mantén las lagrimas fuera de vista, déjalas en libertad, deja que todo se caiga esta noche..."

domingo, 11 de julio de 2010

Día 5

Me encontraba sumergida en un profundo éxtasis producido por la acompasada melodía y el suave ritmo de las olas, mientras mi cuerpo flotaba sobre un mar de aguas cristalinas.
-¡Jack! ¡jack!
El viento trajo a mis oídos la voz de una mujer. Abrí mis ojos, dirigiendo la mirada hacia la orilla. Una mujer joven saludaba en mi dirección. En efecto, a pocos metros vislumbraba a un hombre que nadaba hacia mí.
El atardecer salpicaba el mar de brillantes destellos, adornando el océano de innumerables piedras preciosas.
-¿se encuentra bien?- La voz de aquel hombre hizo girar mi cuerpo.
-si, por supuesto-contesté.
-lo siento, creí que le ocurría algo. Debe tener cuidado, nunca se sabe donde le puede llevar a uno la marea.
-solo estaba relajándome. Siento haberle asustado.
-tranquila, pero será mejor que vuelva.
Su tono protector me estremeció. Hacia mucho tiempo que nadie se preocupaba por mí.
-Si, claro, gracias-contesté.
Volvimos a la orilla nadando al mismo tiempo. Ya en la orilla la joven le esperaba con una toalla abierta para arropar a aquel desconocido como si de un niño se tratase.
-¿Qué ha pasado Jack?-preguntó.
-Nada, esta bien. Solo ha sido un equivoco. Creí que a esta señorita le ocurría algo y acudí en su ayuda.
-Me llamo Carlota-dije mientras le ofrecía mi mano.
-Encantada, yo soy Melany-dijo.
-¡Bueno, menudo susto nos has dado!-comentó.
-Lo siento, gracias por preocuparse por mi-dije.
-En realidad yo no te había visto. Estábamos paseando por la orilla y de repente Jack ha entrado mar a dentro sin decir palabra.
-Entiéndelo nena, no había tiempo de explicaciones-dijo excusándose.
-En fin, encantada de conoceros, creo que voy a volver al hotel-comenté intentando acortar aquella situación la cual no me apetecía en absoluto.
-¿Dónde te alojas?-pregunto Melany.
-En el Mogambo-contesté.
-¡Vaya, que casualidad nosotros también! Si quieres te acercamos-sugirió. Su sonrisa aunque extremadamente sincera no influyo cambio alguno en mis planes.
-Gracias, pero me apetece pasear un rato y aprovechar los últimos rayos de sol-esperaba que fuera suficiente excusa, no me apetecía nada en absoluto compañía extraña.
-Te entiendo-dijo Jack-yo haría lo mismo.
-Bueno, adiós y hasta pronto-dije.
-¡Adiós!-contestó Melany efusivamente.
Jack no dijo nada, solo levanto la mano y me guiño un ojo al mismo tiempo que hacia una mueca.
Recogí mis cosas y emprendí el paseo. Mis pies desnudos disfrutaban de cada paso que daba, sintiendo la aterciopelada y tibia arena del atardecer. El pareo anudado sobre mis caderas, se balanceaba suavemente al compás de la brisa acariciando mis muslos. Con las sandalias en mi mano mirando el infinito me sentía completamente dichosa, completamente feliz.

Nada mas llegar a la habitación del hotel, me metí en la ducha. El agua que caía impetuosamente, estaba tan caliente que de mi piel surgía una humeante cortina de vapor. Por mucho calor que hiciese de vez en cuando me gustaba darme una relajante ducha, recordé en ese momento el comentario que me decía siempre Richard “es imposible que soportes algo así, ¿Cómo te puede gustar?” Richard….mi mente empezó a divagar encogiéndoseme el corazón. Con los brazos rectos y mis manos apoyadas en la pared, agache mi cabeza hacia abajo sintiendo toda la fuerza de aquella cascada sobre mí, observando como al caer el agua dibujaba sutilmente mi silueta. Me hacia sentir bien, era como limpiar mi alma, como si todos mis problemas se esfumasen de la misma forma que el agua desaparecía por el desagüe de aquella bañera. No pensaba en nada, solo sentía aquella lluvia de intenso calor produciéndome una sensación de completo relax y placer, totalmente aislada de todo.
Cerré la llave del grifo y me puse mi albornoz, comencé a nutrir mi piel con mis cremas como de costumbre mientras observaba mi cuerpo, ya no tenía veinte años, pero no estaba mal. Me mire en el espejo, mi piel había sido abordada por numerosas ronchas rojas producidas por la calenturienta ducha, cuando salí del baño, el excesivo contraste de temperatura me puso la piel de gallina recorriéndome un pequeño escalofrió por la por la espina dorsal. Después de vestirme y maquillarme, salí de la habitación dirigiéndome al restaurante del hotel, iba con el tiempo justo, me había ensimismado demasiado. Mientras bajaba en el ascensor una pareja de enamorados se dedicaban numerosas carantoñas, me sentí tan sola en ese momento que casi me brotaron las lagrimas. ¿Por qué a mí? ¿Por qué no sabia estar sola como tantas mujeres? ¿Por qué siempre me enamoraba de la persona inadecuada?

Habían varios restaurantes a elegir; mexicano, italiano, mediterráneo y bufete internacional, aquella noche me decidí por el italiano, aunque me encontraba sola me apetecía tener una velada romántica y relajada. Supuestamente, pensé que era el lugar perfecto para aquel momento. Nada mas entrar me percate de la cantidad de parejas que disfrutaban de aquel local tan acogedor, aunque el restaurante no era excesivamente grande mas bien todo lo contrario, por lo que incluso pensé que al no haber reservado mesa con anterioridad seguramente me seria imposible quedarme a cenar. Se acercó el metre, un hombre extremadamente corpulento a mi parecer para su excesiva altura, con la cabeza rapada y un prominente bigote con afiladas puntas en los bordes, lo cual, me sugería a un personaje del surrealismo ácido sacado de un Circus italiano. Con voz impetuosa y gruesa me informo de que no quedaba ninguna mesa libre, pero que si quería esperar, al cabo de una hora seguramente cabria la posibilidad. La verdad es que estaba muerta de hambre y por unos segundos pensé en marcharme, pero caprichosamente mi estomago me pedía uno de mis platos italianos preferidos, además ya me había hecho a la idea de cenar allí a la luz tenue de las velas acompañadas por el sonido de un violín como postre. Conteste al corpulento metre mi decisión, asintió con la cabeza y me sugirió que esperase en la barra. Me dirigí hacia ella mientras iba observando a mi paso las parejas con las que me topaba, sentándome en un taburete al borde de la barra, no tardo un segundo en atenderme el camarero con una gentil sonrisa. En cuando me sirvió el vermouth blanco que había pedido, saque mi pitillera del bolso disponiéndome a encenderme un cigarrillo. Me gire de espaldas a la barra, ya que cada vez que echaba una bocanada de humo, la vela que se encontraba en la barra hacia mención de apagarse, no tenía nada que hacer, así que comencé a observar la exquisita decoración del restaurante y a sus comensales. Como ya he dicho, era un restaurante pequeño no habrían mas de veinticinco mesas bastante ajustadas entre si, salvo dos mesas las cuales se ubicaban en sendos miradores con vistas al malecón de la isla, todo un lujo. La decoración exquisita pero un poco excesivamente barroca para mi gusto. Dos gigantescas columnas centrales con incrustados racimos de uvas moradas en los apéndices superiores, me suponía algo desmesurado, puesto que sus bóvedas ya se encontraban lo suficientemente adornadas de frescos renacentistas como si se tratase de una iglesia romana. No es que no me gustase ni mucho menos, resultaba espectacular, pero dada las escasas dimensiones del local, daba una impresión de saturación visual momentánea, digo momentánea porque al cabo de unos momentos el inteligente ojo avizor se relajo para cambiar impresiones desde otra perspectiva. Fue entonces cuando me percate de la presencia de dos personas que no me eran desconocidas. En una de las mesas con la maravillosa vista al malecón se encontraban mis nuevos conocidos. Por mera educación decidí dirigirme hacia ellos para saludarlos, sin embargo imagine que podría estropearles su maravillosa velada romántica, supuestamente podrían iniciar la clásica charla de cortesía que ninguno de los tres ansiaba, así que resolví volver a girarme para dar la espalda a los comensales como si no los hubiese visto. Pase varios minutos mirando las numerosas botellas que colgaban adornando la pared que había enfrente de mi, pero la verdad, me aburría muchísimo, además el camarero no ayudaba nada, no soltó ni mu, me pareció un amargado y un estirado, aunque era muy educado y cortes se notaba que no era estado natural, que formaba parte de su trabajo y punto. En fin, que dadas las circunstancias y con lo que me quedaba aun por esperar, decidí de nuevo volverme y por lo menos poder distraerme mientras esperaba. Aunque evitaba mirar hacia ellos mis ojos no me lo permitían, no se si por curiosidad o por aburrimiento, comencé a examinarlos.
Después de unos segundos, me di cuenta de que Melany hablaba por los codos, se le veía una mujer demasiado nerviosa y además gesticulaba constantemente con sus manos. Su cabello rubio ceniza caía por su escotadísima espalda acariciando su piel bronceada, supuse que no llegaba a la treintena. Jack en cambio parecía todo lo contrario, una hombre sosegado y tranquilo, dadas las circunstancias casi no hablaba. Su pelo moreno ligeramente engominado delimitaban sus alborotados rizos y su media barba meticulosamente recortada sobre su angulosa mandíbula le hacían muy atractivo. Un escalofrió me recorrió por la espina dorsal y súbitamente un calor invadió todo mi cuerpo, ¡por Dios Carlota! ¿En que estas pensando?, por unos segundos desee ser yo la que se encontrara sentada al lado suyo. Me encendí de nuevo un cigarrillo y intente dedicar mi atención en otra dirección.
Empecé a divagar suponiendo como eran aquellas vidas completamente ajenas a la mía, un asiduo juego al cual solía practicar cuando me sobrepasaba el aburrimiento. Tal como había predicho, en aquel local se encontraba lo típico; la pareja de las bodas de plata, el ejecutivo que aprovecha su viaje de negocios para echar una cana al aire, la pareja de noven sanos, la pareja que lleva en la frente “crisis matrimonial”, la pareja de escapada de niños, las parejas de “amigos inseparables”, etc. Fue en aquel momento, cuando más absorta estaba en mis deducciones montándome todo tipo de disparatadas historietas, cuando vi que Jack se levantaba de la mesa y se dirigía hacia mí. Por unos segundos el efecto de mi aturdimiento me hizo parecer una quinceañera sin saber que hacer, no sabia hacia donde mirar, si encenderme de nuevo otro cigarrillo para despistar, o girarme haciéndole creer que no lo había visto.
-¡Caray Carlota! ¡Vaya sorpresa!-dijo entusiasmado.
-¡Hola Jack!-contesté.
-¿Esperas a alguien?-pregunto
-no-dije muy tajante-estoy sola.
-bueno pues eso lo vamos a arreglar, no puedo consentir que en un entorno tan maravilloso haya una mujer que cene sola.
-gracias, por tu atención, pero no debería-comente
-¿Por qué no? Venga me vendría bien un apoyo, Melany está esta noche que se sale. Así podrás echarme una mano con la conversación. ¡Si es que te deja!- dijo sonriendo.
-Está bien, pero no te prometo nada.-repliqué.
Nos dirigimos hacia la mesa, Melany no me vio hasta que estuve delante de ella, pese a mis predicciones me sorprendió el entusiasmo con el que me recibió (a mi no me hubiese hecho ni pizca de gracia que mi pareja en una velada así, hubiese decidido invitar a alguien más a nuestra mesa y más si encima esta persona es una mujer ¿egoísta? Seguramente...). Las mujeres extremadamente bellas como Melany me aturdían, me sobrepasaban, nunca sabia como reaccionar o como dirigirme a ellas, ¿Algo estúpido? Bueno, si no lo es para un hombre…en fin, supongo que se debe a mi vieja inseguridad la cual se acrecentaba desmesuradamente diría yo frente a una mujer despampanante, ¿Por qué? Después de numerosos intentos fallidos por mi parte de sentirme normal, y ser tal cual era yo, descubrí que la culpa no era de ellas, sino de mía. Sin embargo es muy difícil conversar con un cisne cuando constantemente te crees un patito feo, y no creerte un patito feo es una tarea muy costosa y nada agradable que a la primera de cambio puede fallar. Para ello a lo largo de mi vida intenté varios métodos consistentes en: degradación hacia el contrincante ¡Seguro que los pechos son postizos así cualquiera!, enajenación mental ¡No existe, esta chica no existe, es un espejismo!, obsesión compulsiva ¡Soy un cisne, soy un cisne, soy un cisne!, etc. Por supuesto ninguna de ellas funcionó, así que no tuve más remedio que intentar parecer lo más correcta posible sin que se notara mi aturdimiento absurdo.
Durante todo el transcurso de la cena, Melany siguió con su elocuente conversación, aunque de vez en cuando nos dejaba aderezarla con una pizca de sal en el menú. De todas formas, agradecí su desparpajo y su expresividad, así no se notaba mi ausencia de conversación facilona, ¡Eres excesivamente profunda! Me decían mis amigos, ¡Indagas demasiado en todo! Bien es verdad, que no siempre soy así, por supuesto soy capaz de tener infinidad de charlas triviales, no llego a ser tan friki, pero si reconozco que no me aportan nada, para mí el mero hecho de dialogar sin más no tiene significado, lo encuentro absurdo, ¿Por qué decir algo que no significa nada? ¿Para que hablar si no tienes nada que decir? ¿Por qué ser cortes solo por modales? Fue algo que descubrí durante mi adolescencia, los inconvenientes de hacerse adulto. Mientras eres una niña todo esta perdonado, tu falta de dialogo, tu autismo, algo que no te consienten siendo adulto porque sino te consideran un bicho raro. Yo aprendí durante mi pubertad a “tener modales” y a valorar las conversaciones sin más, algo imprescindible e inalterable en nuestra sociedad y en el ser humano, incluso a veces me resultaban divertidas.
Al final, resulto una noche diferente a lo que tenía pensado pero no estuvo mal, Melany era una mujer muy extrovertida y divertida algo que me hizo estar mucho más cómoda de lo habitual. Jack era un hombre de pocas palabras, por lo que deduje que podían ser la pareja perfecta. Melany trabajaba en el departamento de marketing de una prestigiosa firma de cosméticos y Jack dirigía una empresa de publicidad, por mi parte les comenté en qué consistía mi trabajo, y como decoradora de interiores les expuse mi criterio sobre el restaurante. Por supuesto en mi mundo todo vale, solo depende del gusto y el cariz que cada uno le quiera dar, o por lo menos eso es lo que pienso. Nada es imprescindible, nada es inalterable, nada es inadecuado, solo depende de conocer a la persona que te encarga su hábitat y personalizar su estilo. Así es como yo trabajo y como me gusta hacerlo aunque muchos decoradores no estén de acuerdo conmigo y por lo tanto no entre en su status de decoradora cool. Contrariamente a lo que se pueda creer, es mucho más fácil que te entreguen las llaves de un apartamento y decorarlo con las ultimas tendencias, en vez molestarse en conocer a la persona que va a vivir cada día en él e intentar combinar la practicidad con el diseño, para que cuando llegue a su hogar además de ver creatividad adquirida pueda sentir que de cada estancia surge un rincón acogedor y pueda encontrarse cómodo. Quizás por este motivo me había convertido en una experta examinando a la gente, su comportamiento, sus manías, sus predilecciones, sus gustos, sus ilusiones, esta mal decirlo, pero realmente había conseguido convertirme en una “psicóloga” o más bien una “Sherlorm Holmes” analizando e indagando el estilo de vida de cada persona, revelando así conceptos que incluso a veces ni si quiera ellos conocen o más bien no advierten. Los detalles mínimos, podría decirse que inapreciables para algunas personas son los más importantes y por los que descubres la verdadera personalidad de cada uno.
Después de dedicarles una agobiante versión de mi cualificado criterio (siempre acabo excediéndome) decidí callarme de una vez, no suelo ser mujer excesivamente charlatana, sin embargo cuando las conversaciones apuntalan a un tema que me gusta, sin darme cuenta me engancho al vagón del tren sin si quiera pagar peaje. En cuanto volví a ser muda, Melany ya había repuesto las fuerzas suficientes para un nuevo ataque, así que hubo tertulia para largo, su conversación fluida y sin empalagolismos, hizo sinceramente que creyera que aunque fuéramos tan distintas podríamos incluso llegar a ser amigas. Me sentía a gusto con ella, no me hacia sentir ningún patito feo, no me miraba con curiosidad superlativa ni con supremacía, así que conseguí relajarme y ser yo misma. Jack nos escuchaba a las dos embelesadamente, sin importarle en lo más mínimo no ser el centro de atención, tampoco parecía que se aburriese oyendo a dos mujeres charlando durante horas. Melany, me había contado bastante sobre ella durante la noche, así que decidí cambiar el rumbo de las conversaciones y comencé haciéndole preguntas algo personales a Jack, aunque al fin y al cabo eran las típicas cuestiones rutinarias.


Al dia siguiente decidí ir a una excursión para socializarme un poco más, creo que después de la velada nocturna empezó a gustarme la idea de conocer gente, había estado en clausura desde que llegué y Melany y Jack me recordaron lo que es volver del exilio y la verdad es que no estaba nada mal. Así que ni corta ni perezosa esa mañana me propuse ser la mujer más sociable y más animada posible de la excursión y emprendí mi aventura por la isla acompañada de un manojo de personas de lo más variopintas. Nada mas subí al autobús me dispuse a examinar mi entorno, lo cierto es que prometía, seguro que iba a resultar un episodio de lo más interesante. El tour por la isla fue impresionante, recorrimos los sitios más importantes, al norte nos encontramos con las míticas ruinas Mayas, al punto sur descubrí a la poderosa Diosa IxChel gracias a los extensos conocimientos de nuestro experto guía, un hombre menudo y de apariencia casi insignificante que crecía admirablemente cuando sus sabias palabras llegaban a nuestros oídos, su fascinación por la Diosa IxChel y su profunda voz, transformó lo que era mera información educativa en un relato atípico que todos seguimos con ferviente curiosidad y ojos como platos.
Después del recorrido cultural, el tour nos llevo a la región éste de Cozumel a lo largo de un camino escénico con lo más hermoso de sus playas. Nosotros como simples mortales éramos incapaces de captar tanta belleza al unísono, aquel paisaje paradisíaco se escapaba de nuestro alcance de visión, claro que hicimos lo que pudimos y por lo menos yo intenté retener a través de mi retina la mayor información posible de colores limpios y transparentes grabándolos en mi mente para poder recordarlo cuando la ocasión lo requiriese. Los amigables delfines nos instruyeron con sus sonidos y sus peripecias poniendo el punto y final perfecto para tal ocasión.
Llegue destrozada a la habitación, había sido un dia intenso y provechoso, y aunque no me apetecía demasiado, fui metalizándome para asistir a la fiesta organizada por el Hotel aquella noche. Esmeré excesivamente mi apariencia, preguntándome a mi misma porque intentaba destacar entre las demás, como si no me conociese, ¿A quien quería engañar?, estaba claro que Jack me atraía, demasiado diría yo….”otra vez no Carlota” me dije a mi misma, pero como siempre, mis impulsos ganaban a mi razón.

Cuando puse los pies en el ascensor y se cerraron las puertas, noté un desasosiego interior, estaba tan nerviosa como en una primera cita, en mi estomago se encontraban miles de mariposas agitando sus alas impunemente y sin ningún pudor, como si estuvieran encerradas sin encontrar la salida al exterior. Intentaba relajarme, porque mi cara era todo un poema, tenía la mandíbula encajada por la tensión de tal forma que mi rostro se transformaba en algo rígido e inexpresivo que de vez en cuando hacia muecas absurdas y descontroladas. Por ejemplo, si quería corresponder a alguien con una sonrisa, mis labios desobedecían las ordenes yendo de un lado para otro como intentando encontrar la posición correcta sin conseguirlo por supuesto, y yo que me daba cuenta de tales situaciones me bloqueaba sin saber como reaccionar, supongo que más de una vez alguien habrá pensado que estaba un poco tonta, o que había bebido demasiado. En fin, un defecto como al que le sudan las manos cada vez que tiene que saludar a alguien, o tartamudea, o se pone rojo como un tomate, o suda como un cerdo... Que le vamos a hacer, en numerosas ocasiones no somos dueños de nuestras propios reflejos y casi todos tenemos algún defectillo del que no podemos escapar. Conociendo de sobra mis molestos defectillos, intenté suavizar mis facciones relajándome todo lo pude, empecé con mi sonido favorito: auuuuuummmmmmmmmmmm, en tono bajo notando como me retumbaba por toda mi caja torácica hasta llegar a las cavidades resonantes de mi cabeza. Una vez en este punto suelo comenzar a tararear suavemente la primera canción que se me pasa por la mente, y esto consume el fin del Apocalipsis tensorial.
Cuando salí del ascensor ya estaba completamente curada, si, todavía revoloteaban mariposas en mi estomago, pero con delicadeza. ¿Por qué me había puesto así? ¿Qué me estaba pasando? Estas situaciones drásticas solo me ocurrían de vez en cuando ¡Gracias a Dios!, y fue en momentos claves de mi vida, como si tuviera premoniciones de algo que tenía que llegar. Lógicamente, las circunstancias originaron una inmensa comida cerebral, es decir, iniciaron el zafarrancho de preguntas incesantes dentro de mi modesto cerebro, menos mal que fui salvada por la campana o más bien por mi llegada a la sinagoga festival, y digo bien sinagoga por que aquello parecía un templo adornado de comida por doquier. Unas larguísimas y rectangulares mesas vestidas con manteles de hilo tostado y brocados y candelabros con aires de rococó que alumbraban las gigantescas torres de frutas, así lo demostraban. Las luces eclesiásticas cerraban aquel escenario dando un ambiente de lo más peculiar.
Me pregunté de donde había salido tantísima gente, el hotel no era muy grande, era imposible que todas aquellas personas estuvieran alojadas en él. Más tarde me enteré de que los sábados la gente podía entrar aunque no se alojaran allí. El olor a mar mezclado con la música caribeña era el toque perfecto para la ocasión. En aquel bullicio y con aquella tenue luz era casi imposible distinguir a alguien conocido, sin embargo la mirada de Jack se cruzó irremediablemente con la mía, las mariposas empezaron a resurgir de su sosiego, y yo intentaba que mi rostro no reflejara la alegría y emoción que sentía mientras Jack se acercaba hacia a mí.
-¡Vaya Carlota! ¡Estás increíble! ¡Esa escapadita por la isla te ha sentado de maravilla!
-Gracias. Eres un adulador. –Contesté intentando no mirarle fijamente- ¿Y Melany?
-Está en su habitación, no se encontraba bien, parece ser que lo de navegar no es lo suyo.
-¡Vaya, si que lo siento!-mentía descaradamente, ¡Me alegraba! ¡Me alegraba muchísimo, claro!
-Mi señora, si hicieseis el honor de ser mi dama por esta noche, sería el caballero más afortunado del reino-dijo mientras extendía su brazo caballerosamente.
-No dudéis mi señor, que el honor será mío.
La noche se me hizo terriblemente corta, pasamos toda la velada charlando, riendo y bailando, Jack era increíble, ¿Dónde había estado metido este hombre? ¿Por qué no lo encontré antes que Melany? ¡Una lastima! Casi podría dársele el calificativo de hombre perfecto, caballeroso, sociable, encantador, seductor, ameno, atento, así podría seguir casi indefinidamente y para colmos de los colmos era atractivo el puñetero. ¿Qué ocultaba? Nadie podía ser así, ¿Qué defecto oculto tendría? ¿Será impotente? ¿Será un eunuco? ¿Se estará muriendo? Mira que eres bruta, me decía a mi misma, mientras intentaba por todos los medios que puede llegar a adquirir una mujer, desvelando aquel misterio, a decir verdad no solo usaba mis armas para tal fin, estaba coqueteando con él descaradamente y sin ningún pudor porque me gustaba, ¡Jack me gustaba!, jamás pensé que podrían salir de mi boca otra vez esas palabras, creí que ya no existiría ningún otro hombre en mi vida. Sinceramente no me acordé de Melany en toda la noche, para mí no existía, ¡Que ilusa! Porque como toda cenicienta dieron las campanadas y tuve que volver a mi realidad, y la realidad era que Jack estaba comprometido con otra mujer. ¡Se sensata Carlota! ¡Olvídate de él! Solo había sido una noche extraordinaria con un hombre perfecto nada más. Pero mis sentimientos empezaron a aflorar sin medida, y la Carlota luchadora pedía guerra….

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Hace 4 años ya que empecé esta historia...Como la mayoría de mis historias, está inspirada en una canción de Juan Perro, Cozumel. Para tí Carlota... y para todos los que la quieran oir...