lunes, 11 de octubre de 2010

Día 15

Una vez me asomé a una ventana y creí. Creí ver tu sonrisa entre la gente, creí ver tu rostro entre aquella manada de transeúntes con paso acelerado. ¿Porqué esa prisa? ¿Porqué ese ansia hasta en el tráfico? miré el reloj, hora punta, todo el mundo se dirigía al trabajo, una importante masa de seres uniformados casi idénticos maletín en mano. Otros, probablemente se dirigian a sus quehaceres diarios, la ausencia de niños me llamó la atención, volví a mirar mi reloj, ciertamente aún era temprano para ver pasear por las calles a los seres más pequeños con sus mochilas, bicis y a los de más tierna edad acompañados de sus progenitoras. Aquel, solía ser un barrio tranquilo, demasiado a veces si no fuese por ciertas horas señaladas. Unos edificios nuevos, un gran supermercado, algún pequeño kiosko, un par de bares y un delimitado parque con escualidos árboles recién plantados. Todo era tan nuevo que parecía de ficción, paredes impolutas, asfalto reluciente, señales impecables, aceras limpias, todo, absolutamente todo se mostraba artificial, como un pésimo decorado de un auténtico barrio. Un escenario nuevo para una vida nueva, no conocía a nadie, ninguna de aquellas personas que deambulaban de un lado a otro significaban nada para mí, ni siquiera había cruzado un saludo cortés con los vecinos todavía, mi horario parecía fuera de circulación o quizás inconscientemente estaba ausentandome del mundo y de la vida. ¿Volvía a esconderme de la realidad? Hacía tan sólo un par de meses que vivía allí, realmente pensé que trasladandome a otra casa, a otro barrio y a otra ciudad podría dejar atrás todo mi pasado y comenzar una etapa diferente. Las primeras semanas fueron francamente buenas, la ilusión me llenaba con tanta fuerza y voluntad que ni yo misma imaginaba, además, el copioso y duro trabajo de una mudanza me ayudó a no tener ni un momento para pensar en todo lo que me estaba ocurriendo. Pero la calma alcanzó al trasiego y con ello mi mente comenzó a ser visitada por numerosos recuerdos que suponía haber cerrado, aparcado y sellado sin más, como si fuese tan fácil. En toda ruptura debe existir un duelo y en esta ocasión había hecho caso omiso a él, quise saltarme esa página, hacer novillos por una vez en la vida, pero el resultado no estaba siendo un éxito y en aquel momento, junto a aquella ventana, mientras observaba detenidamente el exterior a través de aquel marco, sentí que todo mi esfuerzo no me iba a servir de nada y que lo quisiera o no, debía de volver a pasar el tormentoso duelo...

"Killing me softly with his song..."