sábado, 4 de mayo de 2013

Día 37

La luz inundaba el salón. Era un día hermoso lleno de vitalidad y color. Hacia tiempo que necesitaba un día así para volver a sentirse viva, para sentir que formaba parte de este mundo. Los días grises parecían irse repentinamente y con ellos toda su nostalgia y soledad. "Ojalá pensaba ella, ojalá..." Demasiados días acusando una exhaustiva intimidad de su persona. Azorada por esa cruel y exasperante forma que tenía de escudriñar en lo más profundo de sus entrañas, hurgando en lo más inhóspito de su ser, buscando recónditos secretos, sacando cualquier nimiedad e insignificancia tontería. Se conocía perfectamente y eso hacia que el proceso, el maldito proceso al que ya estaba tan familiarizada se volviese en contra de ella.
La luz iluminaba el salón. Ya había pasado todo, estaba segura. Abrió una de las ventanas y aspiro profundamente cerrando los ojos. "Estoy viva, he vuelto" pensó. Sonrió levemente y una dulce brisa movió ligeramente su cabello acariciando su cuello. Se recogió el pelo con las manos y alcanzando un lápiz de su escritorio, lo enganchó habilidosamente. Miró tras la ventana, apoyando sus brazos en ella y observó los árboles que tenía justo enfrente. Estaban esplendorosamente verdes. Sus hojas, relucían y brillaban haciendo pequeños destellos cuando algún rayo de sol se fijaba en alguna de ellas. Eran centenares de pequeñas estrellas a la luz del día. "¿Sólo me fijaré yo en esta pequeña maravilla? " pensó de nuevo.
Iba a ser su día perfecto.