domingo, 8 de agosto de 2010

Día 10

Es curioso como puede transcurrir nuestra vida según la decisión que hayamos tomado en cada momento. Todos, suponía, se lo habrían preguntado alguna vez, todos, habrían dudado si el camino elegido había sido el correcto para encontrar la propia felicidad. De nuevo se encontraba sola, algo a lo que no temía, pero que tampoco le producía una sensación de libertad como a ella realmente le gustaría. No conseguía encontrar el equilibrio que necesitaba en las relaciones. Quizás estaba en su destino, quizás no estaba preparada. ¿Nunca dejaba el espacio suficiente entre una relación y otra? lo cierto es nunca tuvo la pretensión de "buscar", todas surgieron sin más, pero al poco tiempo se enrolaba en ellas sin poder evitarlo creando un circulo vicioso el cual, le resultaba difícil de escapar, algo que sólo solucionaba cuando era sometida bajo causas extremas. Si lo pensaba fríamente, una relación era comparable a cualquier negocio, una decisión mal tomada puede arruinarlo o si consigues barajar bien tus cartas, superarlo y mantenerlo. Y como en una empresa, si ésta se ha ido a la ruina, puedes seguir teniendo la oportunidad de iniciar otra y tal vez en otras condiciones sea más factible ganar la partida. ¿Se estaba volviendo más dura e insensible con cada relación fallida? Sentía como en cada partida perdida se iba alejando de ella misma. ¿Quedaría algo de ella si seguía perdiendo tan continuamente? Cada vez le era más fácil abandonar la partida, cada vez le era más fácil intuir que no tenía sentido seguir apostando por algo que ya daba por perdido.
¿Porqué era tan complicado amar?
Se sentía como en un tío vivo dando vueltas y vueltas sin poder bajarse y sin poder tomar ninguna dirección concreta. Igual que una niña perdida en una feria con un montón de atracciones a su alrededor pero que lo único que le importa en ese momento es que la encuentren sus padres y sentirse segura y a salvo de todo y de todos. Definitivamente, necesitaba un guía para seguir su camino, pero esta vez el guía debía de ser ella misma.
La ventana abierta le regalaba una tímida brisa mañanera con aroma a café y tostadas, a asfalto mojado y césped recién cortado, a espontáneos cantores instalados en los árboles más próximos, a numerosos ruidos cotidianos que le hicieron despertar de su aletargado sueño para sentirse viva de nuevo, predecía una mañana de acontecimientos interesantes y el más importante de todos es que ella se encontraba allí, oliendo la mezcla de aromas y oyendo toda una fusión de ruidos callejeros. Decididamente iba a ser un gran día, su día, porque estaba allí disfrutando de todas esas pequeñas cosas y era feliz. En ese momento, no necesitaba nada más para sentirse completamente bien y fue en ese instante cuando sintió que podría bajar de aquel tío vivo, que había una parada expresamente para ella y un camino que encontraría al apearse, ahora estaba segura.

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