lunes, 17 de agosto de 2015

Día 47

Las nubes corrían a gran velocidad jugando con el viento que parecía algo ofuscado. Ella miraba el cielo observando como dragones, brujas, delfines y demás formas se deshacían rápidamente dando paso a una masa espesa ligeramente gris. La borrasca estaba cerca, demasiado cerca. La temperatura bajo ligeramente y su cuerpo se estremeció. Su pelo se alborotaba de un lado a otro tapando parte de su rostro, normalmente aquella sensación le hubiera molestado, pero ese día no. Necesitaba sentirse viva, aunque aquello significara sentir cosas que no le agradaban. De hecho, pensó en porque aquello le había molestado siempre. ¿Lloverá? Pensó. ¿Debería escapar de aquí? 

Miró hacia el horizonte. El trigal se agitaba fuertemente desesperado, intentando mantenerse en pie, erguido y fuerte. Quizás como ella.. Ando un rato hasta adentrarse en él. Empezó a deambular de un lado a otro, rozando con sus dedos aquel trigo ya casi para la cosecha. El tacto no era tan suave como había imaginado, a veces era áspero y molesto. Nada parecía ser como había imaginado últimamente. 

Unas dispersas gotas de agua fría mojaron sus pestañas, quizás era hora de volver. ¿Sería capaz de atravesar aquel campo y volver a casa? al hogar, al cobijo, al amor. El viento se enfurecía más, la tormenta era inminente. Una tormenta fría, enormemente fría y gris. No estaba prevista, no estaba preparada, todavía no. Necesitaba algo de tiempo pero parecía que ya no había tregua, ya no había marcha atrás y el cielo había decidido desatar aquel ciclón sobre ella sin darle opción a queja o lamento. Sus pies corrían campo a través intentando cobijarse antes del desastre. La lluvia la alcanzó antes de conseguir llegar al árbol más cercano. No, no podía hacer ya nada, estaba en medio de la tormenta sin nada con lo que protegerse, así que miró de nuevo hacía el cielo y pidió, pidió clemencia y compasión...