martes, 22 de noviembre de 2011

Día 28

Y las huellas se borraron. Y los árboles se despojaron de sus débiles y tristes hojas. Y en los riachuelos cercanos se dibujaban caprichosas siluetas arrastrando pequeños objetos que encontraban a su paso. Y el sol desapareció bajo unas gigantescas nubes, tornando las calles de un lúgubre color ceniza. Ceniza...¿Gris marengo..? Y los transeúntes decoraban esas mismas calles de colores fúnebres como si todos fuesen a un entierro. ¿Casualidad...? Y los parques se quedaron vacíos. Y los columpios estaban llenos de hojas que había posado el viento. Y el viento parecía no detenerse incrementando su furia llevándose lo que acontecía... ¿Acontecía, aconteció, acontece aún..? Y el ruido habitual sonaba diferente, las voces se ahogaban, el rugido de los coches se amortiguaba y los chasquidos se estrangulaban. Y cerré mis ojos para respirar profundamente, para llenar mis pulmones, para limpiar mi alma. Quizás si inspiraba muy hondo al espirar expulsaría todo lo que sobraba. Y me vestí para la ocasión, de negro por supuesto, de luto. Y deseché mi sonrisa, pues no convenía para aquella cita. Y mis labios se cerraron herméticamente para no nombrar a nadie... Silencio...